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[dropcap_two] E [/dropcap_two] n mi época de estudiante, cuando vivía en Montréal, no viajé mucho por Canadá. Llegué sólo hasta Toronto, hacia el oeste; y hasta Québec en el este. No fue sólo porque las distancias son enormes; si no también porque no importaba cómo viajara — avión, tren o por carretera — era igualmente caro. Aún así, tenía curiosidad por ver lo que había en el camino, en el medio de tanta inmensidad. Finalmente, la oportunidad llegó cuando viajaba junto con Alain. El necesitaba volver a Canadá y me preguntó si quería acompañarle; el quería volar hasta la costa oeste desde Colombia, pasar el verano por allí y luego cruzar el país hasta Québec. Y eso fue lo que hicimos.
Durante nuestra primera semana en Vancouver, buscamos una furgoneta que se adaptara nuestras necesidades. Cuando la encontramos, hicimos rápido todo el papeleo y en cuestión de un par de días, estábamos listos. Era de lo mejor tener nuestras propias ruedas para movernos y viajar por la bella Columbia Británica. Después del verano, cuando el clima empezó a enfriar, decidimos que era hora de partir al este.
Antes de comenzar con nuestro viaje a Quebec, cruzamos la frontera a Estados Unidos para comprar algunas provisiones — todo es mucho más barato allá. Después de cargar con todo lo que necesitábamos para nuestra travesía, estábamos ya de vuelta en Canadá. Nuestra primera parada, era un paraíso del vino y la escalada: Penticton, a orillas del lago Skaha. Después de varios días de escalada, continuamos hacia Alberta; donde pude ver algunos de los paisajes naturales y de vida salvaje más impresionantes que he visto nunca. Nos quedamos varios días entre Jasper y Banff. En esta parte del viaje, ví tantos lagos y cascadas bellísimos que al final ya no podía ver uno más; me costaba apreciarlos.
Antes de despedirnos de Alberta, nos desviamos hasta un pueblo en medio de la nada que se llama Drumheller donde hay un museo con muchos fósiles de dinosaurios. Fue una visita interesante y poder ver lo que queda de esos animales inmensos. A Alain no le hacía mucha gracia llegar a las praderas que se extienden después de Alberta hasta Ontario. Él se haría cargo de conducir durante todo el trayecto, pues yo no tengo licencia. Como nunca había escuchado mucho sobre esta zona, tenía mucha curiosidad de ver cómo era. Alain me miraba como si estuviera loca y me repetía que no hay nada que ver allá. Pero yo no le creía, algo tiene que haber.
Una vez dejamos a Alberta y las Montañas Rocosas atrás, el paisaje era simplemente plano durante kilómetros y kilómetros. Por donde uno mirar, sólo habían praderas amarillas. Esto duró algunos días… Hasta que llegamos a Ontario y reaparecieron los árboles y los lagos en el horizonte. Y fue realmente bello, pues llegamos justo a tiempo para ver los últimos cambios de colores del otoño.
Viajar por carretera en Canadá fue una experiencia inolvidable. Fue muy interesante ver cómo van cambiando las cosas de provincia en provincia. Además, logré cumplir con el punto #11 de mi lista de top 100. Si deseas ver el resto de mis fotos de este viaje, visita mi galería.
¿Alguna vez has hecho un viaje largo por carretera? ¿A dónde fuiste? ¿Qué te pareció la experiencia? Me encantaría que me contaras :) Deja tu comentario más abajo
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Blanca,
Me ha encantado el reportaje, entre otras cosas porque yo estoy planificando un viaje el año que viene por Canadá de varios meses, así que ya te preguntaré cosas.